Aquella era una época regular para nosotros porque yo llevaba un tiempo medio malo de la cabeza y Linda apenas me hablaba. Habíamos dejado a los niños con mis suegros y esperábamos un tercero, sin ganas, que iba haciendo crecer la barriga de Linda como un plástico inflamado a punto de reventar. Yo tenía la sensación de que en cualquier momento se llenaría todo de entrañas.
Estábamos en una rústica habitación de hotel, pasando el fin de semana, y yo intentando olvidarme de los asuntos de la oficina, que no eran muchos ni graves pero me preocupaban. También me preocupaba el embarazo de ella, el tema del dinero y si habíamos aparcado el coche debidamente. Linda estaba en la cama, echada de lado mientras veía la tele a todo volumen y no me hablaba.
Decidí encerrarme un rato en el cuarto de baño, sentarme en el váter y mirar vídeos en el teléfono móvil y pensar en mis cosas. Y pensaba si no podía suceder que el mundo se acabara porque a todos se nos parara el corazón repentinamente, de manera simultánea. Entonces tiré de la cadena y me lavé las manos y me miré al espejo. Sentía que mi aspecto había cambiado, estaba más pálido, quizá más gordo.
Volví a la cama y me acomodé junto a Linda. Ella se frotaba las uñas en el pecho. Quería tocarla e incluso me excité un poco, pero me contuve. Traté de leer pero no pude, traté de dormir pero no pude, y me puse a ver la tele también hasta que se me cerraron los ojos. No sé a qué hora ella apagó la luz. Cuando desperté de madrugada todo estaba a oscuras y al fin tranquilo, y Linda dormía de lado, con las manos sobre la barriga y el pelo revuelto, ocupando en gran medida mi espacio de la cama.
Por la mañana, bajé a la recepción a coger los periódicos en papel. Había un grupo de americanos haciendo el chekin y algunos asiáticos que se iban. Pregunté por hasta qué hora era el desayuno, y me di cuenta que ya era tarde y que lo habíamos perdido. Me dio rabia no porque tuviera hambre sino porque lo habíamos pagado y era caro. Y pensé por qué esa mañana se marchaba esa gente del hotel, por qué Linda no se había puesto la alarma y si debía mover el coche de sitio o dejarlo donde estaba. Hablé un poco más con la gente de recepción.
Después volví a la habitación. Estaban las cortinas abiertas. Entraba una luz pálida y se veía la ciudad tras las hojas de los árboles de la terraza. Hacía un día claro y bueno, parecía. Abrí la ventana y noté el aire fresco entrar. Escuché que sonaba el secador de pelo desde el cuarto de baño. Miré alrededor, estaba todo lleno de ropa, había algunos folletos y maquillaje de Linda. Me tumbé sobre la cama deshecha. Cogí el mando de la tele y la encendí, cambié de canal varias veces sin encontrar nada que pudiera apetecerme. Estuve un rato allí tirado pensando cuánto tiempo iba a pasar Linda secándose el pelo y qué íbamos a hacer con ese día tan largo por delante, con tantas horas vacías pendientes de ser ocupadas. Calculé si llevábamos días, semanas o meses en que apenas nos hablábamos. Luego calculé cuánto nos estaba costando el fin de semana.
Yo sospechaba que todo había empezado cuando descubrimos que ella estaba embarazada. Ella me echaba la culpa a mí por no usar condón, yo le echaba la culpa a ella porque me temía que hubiera otro hombre. Pensaba en eso y me alteraba. Eran días en los que yo sí habría querido tener una amante, pero no conocía ninguna otra mujer que quisiera acostarse conmigo y eso me disgustaba.
Como Linda seguía en el baño, miré fotos de mujeres en instagram hasta que me aburrí, luego salí a la terraza. Vi los mismos árboles que hacía un rato y pensé en caminar calle abajo. Hacía buena temperatura para caminar y había gente en la calle y el tráfico era tranquilo. Estaba el horizonte colorido de edificios y el cielo en azul claro y esponjoso de blanco se me hacía agradable.
Volví a la cama y Linda se tumbó a mi lado, viendo la tele. Se sujetaba la barriga con ambas manos. Pensé que menuda barriga tenía ya, y me imaginé todo salpicado por todas partes de pronto de placenta y esas cosas. Fingí quedarme dormido y cerré los ojos. Oía el programa que veía ella y trataba de descifrar lo que estaría sucediendo en la pantalla. Estaba tranquilo y a gusto y pensé qué hora sería, que tenía ganas de acostarme con ella y que tenía bastante hambre y que quizá podíamos tener sexo y luego salir a comer y así mover el coche de sitio. Abrí los ojos y lo dije en alto, pero Linda me dijo que estaba cansada y que mejor me fuera yo solo.
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